miércoles, 16 de septiembre de 2020

Conspiración y mitos fundacionales en tiempos de coronavirus: V de Venganza y Guerra Mundial Z

Entre el paradójico torbellino cotidiano que significa vivir durante una cuarentena (pues aunque encerrado, actividades como ir de compras, barrer, fregar trastes, comer, escribir, leer, reflexionar, preparar y dar clases no se han detenido), he podido hacerme el tiempo para ver un par de películas que buena parte de sus sendos argumentos se construyen en torno a la propagación de un virus. En ellas noté ciertos elementos paralelos con todo aquello que la sociedad mexicana ha vivido en este medio año de encierro. No obstante, aunque son muchos sólo me enfocaré en desarrollar dos que son los que más atrajeron mi atención y reflexión.

¿Quién ha olvidado los debates que circulan en las redes sobre la idea conspiracionista de que el virus fue elaborado en un laboratorio chino y que “se salió de control”? ¿O cómo no acordarse de la recurrente narrativa estadounidense de que frente a alguna catástrofe ellos serán los salvadores del mundo? Las personas buscamos en todo momento dar sentido a nuestra realidad a través de historias que nos cuentan y nos contamos a nosotros mismos. Son historias a las que damos nuestra anuencia y no cuestionamos. Y el cine es uno de los mejores medios para narrarnos dichas historias y contribuir, en parte, a la conformación de nuestras creencias, ideas, valores, actitudes y demás elementos de nuestra psique. 

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Sin embargo, la realidad social en la que vivimos no sólo se construye a partir de lo voluntarioso de un discurso, a pesar de la tan repetida frase atribuida al jefe de propaganda nazi, J. Goebbels, sobre que “una mentira dicha mil veces, se convierte en verdad”. Frente a esto se podría replicar con lo que Einstein contestó ante los numerosos detractores de su teoría “¡Si yo estuviese equivocado, uno solo habría sido suficiente”. Más allá de discusiones epistemológicas sobre lo verdadero y lo falso, mi punto es que no importa cuántas veces contemos una historia, ésta de ninguna manera se corresponde con lo que sucede realmente en el mundo, sólo basta un evento para comprobarlo y desmentirlo, pero desgraciadamente quizá, sí tiene profundos efectos en nuestros juicios y en nuestra ideología.

Todos sabemos que la fuente de nuestros conocimientos no sólo proviene de los libros, de las enciclopedias, de las clases de la escuela -artefactos con un alto valor sociocultural-. Con lo que ahora ha sido la nueva normalidad y las clases a distancia, muchos de nosotros descubrimos, a lo mejor con cierta pena, que lo que aprendimos en la escuela, lo hemos olvidado: cómo sumar fracciones con denominadores distintos, cuál es la diferencia entre un adjetivo y un adverbio, cuáles fueron los nombres de los 5 (¿o 6? ¿quizá 7?) Niños Héroes y demás información poco significativa. Pero muy probablemente una importante mayoría sí recordaremos quiénes conformaron a los seis superhéroes de Marvel autodenominados Vengadores en su primera película o podamos contar cuál es el conflicto central en Games of Thrones o en Star Wars, a pesar de haber visto esas sagas hace ya varios años.

 


Y esto no es porque la comunicación visual sea más sencilla que la escrita, a pesar del popular refrán de que “una imagen vale más que mil palabras”. Si esto fuera así, las películas de Lynch o Tarkovski se entenderían tan fácilmente como las películas de consumo norteamericanas. Al parecer son más fáciles de recordar porque su discurso se entrelaza como parte de los saberes culturales de nuestra sociedad urbanizada y ha configurado ciertas prácticas sociales y cotidianas, ¿quién no ha visto piñatas de Iron Man o Hulk o Capitán América?, ¿o quién no sabe de los cosplay o disfraces que las personas diseñan como tributo a Star Wars para cuando van a las convenciones de historietas y cómics?

Ahora bien, con nuestro país (y posiblemente también suceda con muchos otros) por años en las prácticas y en los discursos cotidianos, populares y mediáticos ha existido una erosión de la confianza en las instituciones del Estado. La corrupción, el fraude, la represión, la traición, el engaño han sido el pan diario que alimenta dichas opiniones y juicios de la población en general. Ahora bien, que una película como V de Venganza tome como recurso precisamente aquellos vicios gubernamentales y los articule en una historia en donde un virus es creado artificialmente para controlar a través del miedo a las masas, nos lleva a ver que no es extraño que ese discurso conspiranoico aparezca en una situación como la pandemia actual para hacer sentido precisamente a lo que estamos viviendo. 

¿Y acaso es la única película que hace esto? Tú, lector o lectora, ¿puedes decirme una película que trate de algún virus cuyo origen no sea explicado por una conspiración o “de origen desconocido”? ¿alguna película con récord en taquilla planteó como parte de su argumento que la aparición del virus en los humanos había sido por una transmisión interespecie debido a la destrucción de ecosistemas promovido por el capitalismo voraz? Claro que no. O al menos que yo conozca no. Quizá porque los productores piensan que una historia como esa no vende ni es tan espectacular como las explosiones e intrigas de las tramas hollywoodenses. Sé que Alan Moore cuando escribió “V for Vendetta” no estaba pensando en contribuir al conspiracionismo menso, sino me parece que quería favorecer en la configuración de una actitud crítica en las personas frente al sistema político-económico. Sin embargo, cuando un autor termina su obra, él ya no es responsable de cómo hagamos uso de ella y la interpretemos, quiénes la consumimos. 

 

La historia detrás de V de Venganza | by Aline Rivas | Medium

Pero vayamos más allá de la idea conspiranoica. Además de crear un sentido en el que creer, las historias que aceptamos cuando nos las cuentan, también ayuda precisamente a crear una base o plataforma en la que fundar nuestras creencias más básicas tanto como individuos, como grupos humanos o sociedades. Y diversos gobiernos durante muchos siglos han hecho este uso de la historiografía para construir la Historia oficial de su nación. Cada civilización lo ha hecho, porque así justifican sus prácticas, creencias, valores y, en suma, su cultura. Los judíos se cuentan y han escrito que son el pueblo elegido por Yahvé, así lo mismo los aztecas, los incas, los griegos o los romanos. Y por supuesto, en el mundo contemporáneo, el pueblo estadounidense no podía quedarse atrás. En su idea de que su forma de vida y de organizar su gobierno era el más “avanzado”, han intentado justificarlo y evidenciarlo, contándoselo a otros pueblos y naciones, a través de un recurso como el cine. En Guerra Mundial Z, esto sucede cuando envían a un grupo de marines estadounidenses bajo la aparente bandera de la ONU a investigar la supuesta zona cero de contagio en Corea del Sur y, posteriormente en la película, cuando es un militar estadounidense, no especialista en el área, a quien “se le ocurre” la idea de cómo confrontar el peligroso virus. Este discurso cinematográfico es la manera de proyectar la representación que esta nación tiene de sí misma cuando hay una amenaza mundial: son los salvadores del mundo. 

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Y vuelvo a cuestionarte lector o lectora, ¿existe algún filme que de inmediato se te venga a la cabeza en donde exista una amenaza al mundo y no sean los norteamericanos los responsables de salvar el mundo? Quizá dirías que El día de la independencia o Arrival, pero ante esto a pesar de que hay una aparente participación mundial de otras potencias los responsables de lograr la victoria o que no se desencadene una crisis militar mundial son de nuevo personajes estadounidenses. Pareciera que desean mantener vigente la doctrina del Destino Manifiesto incluso llevándola a la narrativa cinematográfica. Sin embargo, los tiempos y las cifras actuales de aquel país no apoyan para nada aquel discurso que no sólo quisieron proyectar al mundo, sino que se lo vendieron, alzándose así como los poderosos y dominantes, pero que actualmente se ve que sólo son un pueblo más y que ese discurso puede costarles bastante caro, incluso en términos de vidas humanas.

Dicho lo anterior, mi pretensión no se enfoca en desprestigiar al cine ni a los discursos desarrollados a través de los filmes, incluso si provienen de Hollywood. Apunto más bien, por una parte, a comprender la aparición y consecuencias de discursos como el conspiranoico o el fundacionista-salvífico en medio de una situación de emergencia como esta pandemia y, por otra, a reflexionar sobre lo que a mediano plazo es necesario hacer. En las décadas recientes se ha agudizado más la crisis que por años han vivido tanto las escuelas como los docentes. La concentración que detentaban de poder y conocimiento, así como la relación entre estos, ha comenzado a tambalearse. La llegada de Internet y, con ello, la apertura a un sinfín de recursos de aprendizaje y fuentes de información han contribuido a que haya un cuestionamiento mayor a dicha institución y sus figuras de autoridad.

En este sentido sería ilógico decir que en la escuela recae toda la responsabilidad para transformar en las personas una actitud conformista por una actitud crítica frente a los discursos que se nos ofrecen en el mundo social. La educación es un fenómeno que sobrepasa a la institución escolar y sus actores. Es importante que desde diferentes frentes así como los que han conquistado los discursos dominantes a través de las diferentes herramientas culturales (cine, televisión, medios de información, recursos digitales y demás) se puedan construir y hacer circular estos otros discursos. Las obras de Alan Moore escritas en tono antisistema y crítico, ¿con qué otros discursos socialmente distribuidos a gran escala podrían articularse? Pues de otro modo, en el cual no se encuentran otras hebras con las que tejerse, entonces es teñida del color del capitalismo, de la ideología y del discurso dominante.Y si no se han distribuido o circulado a gran escala, ¿entonces qué tenemos que hacer para que esto suceda?

Tenemos una gran tarea y una importante deuda con todos aquellos grupos [que hemos sido] conquistados por una actitud conformista y consumista promovida por discursos dominantes que llevan a aceptarlos y reproducirlos sin el menor empacho. No es nuestra tarea salvar a nadie, pero tampoco nadie se salva solo, todos nos salvamos en comunidad. Puede que la conspiración sea real pero no tal y como nos la imaginamos, obedeciendo a la voluntad de unos cuantos, sino porque como se articulan los elementos que hacen funcionar a nuestro sistema político, económico y social pareciera que nuestras vidas y el mundo están ya definidos y que no puede crearse otra realidad. Entonces cambiemos precisamente la manera en como se articulan y hacemos uso de estos elementos.

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